Fragmentos

La invasión de los lógicos. Página 25.

En nuestras compañías, en nuestro trabajo, no hay un caminar curvo para abordar los pro­blemas desde diferentes perspectivas. El camino es en línea recta y los objetivos los ubi­camos justamente al final de ese camino. No hay un aguardar vigilante para localizar el momento oportuno para actuar, ni decisiones ágiles, rápidas como un relámpago porque no es eso lo que la cultura lógica espera de nosotros. No nos piden que improvisemos, que seamos flexibles, que tengamos sensibilidad hacia lo nuevo, que nos aprovechemos de los cambios; los cambios no están previstos, no son bienvenidos, no forman parte del plan.

El arte de la conducción de almas. Página 35.

Al publicitario se le considera un individuo ingenioso, perspicaz, imaginativo. Su oficio poco tiene que ver con la inteligencia lineal de la lógica; es pura inteligencia mética. Es un oportunista, atrapa las ideas al vuelo, se las inventa o las roba en cualquier ámbito de su vida –novelas, conversaciones, películas, internet, espectáculos– y las reinterpreta para transformarlas en cebo útil para su comunicación. El publicitario emplea técnicas de atracción y seducción, aquello que Plutarco llamaba sóphismas, que es la técnica que emplean las sepias para engañar a sus presas mediante sus apéndices tentaculares y poder así atraparlas. Las piezas publicitarias son trampas creadas desde la inspiración para engañar a través de la astucia.

Ocasionalmente el pájaro aparece. Pagina 160.

La sociedad no parece interesada en educar a las personas para que tengan sus propias ideas y estimularlas para que adquieran el valor de llevarlas a cabo. Desde luego en las escuelas lo que menos desean es tener en sus clases a niños corajudos que se atrevan a saltarse las normas y que no teman enfrentarse a las adversidades. Quieren gente obediente. De este modo intentando enseñarnos a obedecer lo que nos enseñan es a ser cobardes. Más tarde, a lo largo de nuestra vida profesional, la experiencia que vamos adquiriendo en la mayoría de las empresas nos confirma que la obediencia es un valor, que tomar decisiones audaces es un riesgo y nos vamos volviendo cada vez más asustadizos.

Nada existe más allá del lenguaje. Pagina 203.

Los publicitarios somos conscientes de que los nombres de las marcas no son solo etiquetas, códigos de identificación de los productos comerciales, sino que de alguna manera construyen en la mente del público la realidad de esos productos. Para nosotros el nombre es algo más que la guinda del pastel, es la piedra angular sobre la que se construye la parte perceptiva del pastel, y la parte perceptiva del pastel –cómo se ve el pastel, cómo huele el pastel, cómo sabe el pastel– es la parte más importante del pastel, por no decir que es el pastel. Esa visión está en plena sintonía con la idea que tiene el constructivismo de la realidad, así que tal vez nos convenga no leer tanto a Koetler y empezar a leer a Berkeley, Piaget o von Glasersfeld. Trabajamos entre la realidad y la percepción y ellos nos podrían dar pistas sobre cómo realizar ese trabajo.

Los niños índigo. Pagina 306.

Los lógicos los llaman niños con «trastorno de déficit de atención». Los místicos los llaman «niños índigo», creen que son poseedores de una mayor intuición, espontaneidad y una gran imaginación y les añaden, además, dones paranormales o poderes sobrenaturales. Pero los maestros méticos, si existieran, nos dirían que en realidad son niños méticos, que son sus niños, aunque coinciden con los místicos en que son ellos los que están destinados a cambiar el mundo.

 

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