Prólogo: Risto Mejide

No tengo ni idea de lo que voy a escribir. En estos mismos instantes, mientras me alejo poco a poco del pánico a la hoja en blanco, las ganas de quedar bien con Daniel y con el lector están por encima de las ganas de explicarle lo bueno que es este libro. Así que no debería haber empezado hasta que el orden hubiese sido el inverso. Y, sin embargo, aquí estoy, teniendo la sensación de que ya es demasiado tarde para plantearse eso. Ya he dicho casi todo lo que quería decir, seguramente de forma imperfecta, atolondrada y caótica. Pero ya está ahí escrito. Ahí queda.

Supongo que esa ha sido mi forma de actuar a lo largo de los últimos 40 años. Como aún no se había publicado este libro, por más que buscaba respuestas, siempre me daba de bruces con la misma explicación. Soy un impulsivo. Porque siempre he llegado tarde al planteamiento que debería haberme hecho a priori. A la forma «correcta» de hacer las cosas. A la mal llamada reflexión. Y, sin embargo, yo veía que tampoco eso era del todo cierto, pues detrás de toda decisión tomada aparentemente a la ligera existían siempre horas de vivencias, acumulación de datos y experiencias que me hacían tomar esa decisión precipitada con la plena convicción de que estaba haciendo lo correcto.

He dado a entender que siempre actué a impulsos, pero tampoco es del todo cierto. Actué de ese modo solo en la mayoría de las decisiones que me han salido bien, curiosamente. De hecho, cuando he antepuesto por encima de todo la reflexión, cuando he usado solamente la lógica y la cabeza, cosa que he hecho la mayoría de las veces, el resultado ha sido, por decirlo suave, decepcionante. Mi explicación, de nuevo errónea, era simple: cuando pienso, la cago, y cuando siento, acierto.

Al finalizar este libro, te podrás imaginar el tremendo alivio que he sentido al encontrar la respuesta a todas mis preguntas. Ni impulsivo ni reflexivo. Soy mético. Un mético pequeñín, insignificante e irrelevante seguramente para la cantidad de distinguidos méticos que son citados en este texto. Pero un mético militante y convencido, al fin y al cabo.

Sin embargo, que quede claro, este prólogo no es sobre mí. Cualquiera diría que ya me ha vuelto a traicionar este inmenso ego que no me puedo permitir. Pues no. Lo hago así porque quizás esta sea la única forma legítima y creíble de cantar las excelencias de algo que te va a exigir horas de dedicación y concentración en tu vida. Exponiendo una honesta demo de producto. Apelando a lo humano, a lo emocional y al hemisferio derecho.

Porque es que, si apelo a los argumentos racionales, enseguida verás que son mucho más sencillos y breves de enumerar. Como suele ocurrir con todo lo racional. Leerte este libro es leerte cientos de libros. Ahorrarte muchas horas de psicoanalista. De pronto entender muchos porqués.

Nada más, darle a Daniel una vez más las gracias por hacernos reflexionar sobre lo intangible, y por darme la oportunidad de disfrutarlo antes que nadie. Acabo con las dos frases con las que debería haber empezado, ahorrándonos así este prólogo que de tan mético resultaría hasta resumible en un tuit.

Postpublicidad cambió mi forma de entender la publicidad.

Desorden ha cambiado mi forma de entender la vida.

 

Risto Mejide
Comunicador